La globalización ha transformado el mundo; ahora los procesos son rápidos y de preferencia: instantáneos. Las tecnologías de la información nos permiten comunicamos de manera omnipresente y veloz. El tránsito de la información que se convierte en conocimiento, pasa por el desciframiento cognitivo del ser humano, tiene como base su capacidad simbólica para dar sentido a la misma. De acuerdo con Castells, la revolución de las tecnologías de la información “amplificará nuestras mentes”, es decir, generará nuevos esquemas de funcionamiento cognitivo, adaptados a los estilos de vida derivados de estos cambios tecnológicos.
El pasaje de la sociedad industrial a la sociedad de la información ha implicado abandonar la metáfora de la “foto fija” para acceder a la metáfora del “cine de acción”, en esta última, la velocidad de las imágenes cuenta más que la mirada del fotógrafo. En definitiva, hemos transitado hacia una sociedad totalmente diferente a la que viviieron nuestros padres que conformaron la generación de los 60. En este contexto de cambio social, las instituciones de educación superior han tenido que adaptarse. Las universidades sostienen la transmisión y producción del conocimiento, pero éste se ha escapado de su control; hoy se encuentra circulando más allá de sus claustros: en las redes de información que conforman el ciberespacio.
Para competir en el siglo XXI, las universidades requieren mantener un equilibrio entre lo global y lo local; ser instituciones que aspiran al reconocimiento internacional, y a la vez, sustentan un compromiso social. Del siglo XX al XXI, las universidades públicas de hoy necesitan, más que guerrilleros, premios nobel; más que formar lideres recalcitrantes requieren científicos que produzcan nuevos conocimientos relevantes. Sin embargo, el ejercicio de la crítica debe retomarse como una de las funciones centrales que inspiran la relación de la universidad con la sociedad, la autonomía universitaria funge como ropaje institucional para ello; y ésta, la función crítica, no sólo es un derecho, es una obligación, una responsabilidad social que debe ejercerse de manera arrojada, valiente y bien fundamentada.
En esta sociedad del conocimiento, donde la globalización cabalgue montada sobre las espaldas de las tecnologías de la información, el nuevo paradigma dominante es el de las redes, no sólo las redes de los ordenadores, también de las organizaciones y personas.
Desde este marco de referencia, la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) ha llevado a cabo acciones en diversos ámbitos para adecuarse a los retos de la sociedad del conocimiento. Pensando en la necesidad de crear redes de trabajo colaborativo, se lleva cabo la quinta reunión del Encuentro de Investigadores Educativos: durante este evento se presentó el Catálogo de lnvestigadores Educativos de la UANL en su edición 2011, después tuvo lugar la mesa de discusión “La enseñanza de las ciencias: reto y compromiso”, participaron en la misma el Dr. Roberto Portuondo Padrón, profesor cubano invitado por la UANL, junto con el Mtro. José Luis Comparán Elizondo, catedrático e investigador de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, con amplia experiencia en el tema de la enseñanza de la fisica, destacando el despliegue de estrategias didácticas orientadas al desarrollo de competencias en los estudiantes universitarios.
“Toda persona es un nodo dentro de una red”, mencionó el Dr. Portuondo Padrón, a propósito de la complejidad inherente en los procesos educativos. Donde éstos forman parte de una red dialógica con múltiples determinantes. Este tema de las redes nos permitió transitar al siguiente punto de la agenda del día la convocatoria para instalar la Red de lnvestigadores Educativos de la UANL, que tiene como propósito responder a la necesidad de los investigadores educativos por conformarse como un grupo con intereses comunes bien definidos.
Una Red que permita la cohesión comunitaria de sus miembros; que oriente y delimite el quehacer de la investigación educativa; que posibilite elaborar un programa de investigación que responda a las necesidades y problemáticas propias de la Universidad en el ámbito educativo: una Red basada en el trabajo colaborativo: que facilite la comunicación permanente entre pares y su retroalimentación; que permita desarrollar proyectos de investigación compartidos; acceder a fondos presupuestales necesarios para el desarrollo de líneas de investigación definidas; una Red necesariamente apalancada en el uso de las tecnologías de la información como medio para el diálogo permanente; apoyada en la participación horizontal de sus miembros y basada en una sana interdependencia con otras redes, cátedras y seminarios.
Con este espíritu de colaboración académica, el pasado 8 de diciembre de 2011, en la Capilla Alfonsina, ante más de 60 docentes e investigadores de la Universidad, la Dra. Magda García Quintanilla, titular de la Dirección de lnvestigación Educativa, declaró formalmente instalada la Red de lnvestigadores Educativos. Como un espacio para la construcción permanente de conocimientos que permitan la creación de nuevos escenarios pedagógicos para la UANL. “La Red- señaló la doctora García Quintanilla- es el punto de partida para interactuar con otras redes al interior de la misma institución, así como a nivel local e internacional”. Con este importante acto, la investigación educativa en la Universidad se ha perfilado para su rápido desarrollo y se constituye como elemento estratégico y de vanguardia para coadyuvar en la Visión 2020, donde la UANL declara su intención decidida de ser reconocida como una institución educativa de clase mundial.